la creyente
No creo en las leyes del destino, ni tampoco en los astros, tampoco creo en un dios ni creo en la neurociencia. Aún así, se podría decir que soy creyente. Creyente en la palabra del otro, esa podría ser mi religión.
Recuerdo el dia en que mi analista interpretó “creyente” y me enojé, me encendió mi parte rebelde y peleadora que le respondió “¿Creyente? ¿Yo? ¡Nooooo! ¡Si soy atea!” Soy atea desde que recuerdo poder pensar sobre esas cosas, no creo en dios y la idea de que hay un destino ya marcando o la idea de que alguien podría leer las cartas de mi futuro me parecen tan absurdas que no entiendo por qué se podría pensar que soy creyente.
“Creyente en el otro” responde. A. Bueno. Me inundó cierta vergüenza, una sensación de que acertó con lo que dijo y ante esa afirmación no puedo negarme con tanta convicción como hice anteriormente. Aunque fue una interpretación de varias palabras, a la que le podía atribuir un sentido, siguió presentando un carácter enigmático y que dejó sus resonancias. Me hizo buscar en mis experiencias de vida este rasgo y empezar a notarlo en mis modos de vincularme con los demás.
Creo en algunas palabras más que si me las dijera una bruja o tarotista. La astrología no tiene ningún poder sobre mi, no me hace ningún efecto y cuando me hablan de terapias alternativas tengo que aguantar mis ganas de diferir. “Para Sagitario va a ser un buen año” Bueno y a mi qué me importa? ¿Qué quiere decir buen año? Ni siquiera soy de Sagitario, ¿Entonces qué? ¿Me espera un mal año? ¿O un año no tan bueno como el de sagitario? Por eso no me gustan esas cosas. Ahora, volviendo a mi lado creyente, si creo en la palabra de otros, quizás en una palabra que me dijo al pasar mi madre, mi abuela o mi amiga, puedo ser creyente en eso. Y ahí está el tema.
“No sos capaz” fue una frase que repetí muchas veces en el diván, pero que por algún motivo dejaba pasar, sin darle mucha trascendencia. Algo podía decir sobre esto y me daba cuenta de que era algo exagerado de mi parte, pero no podía evitar seguir hablando de no ser capaz. Pero, hubo una intervención de mi analista que aún recuerdo. Me acompañó a la salida y cuando me abrió la puerta para despedirme, me dice “NO CAPAZ”, me toca el hombro, me sonrié y me voy. Salgo de su consultorio perpleja. Preguntándome ¿Qué quiso decir con eso? ¿Por qué me lo dice al salir? Nunca había hecho esto en el pasado, lo cual me hace entender que es importante. Dejó sus resonancias. También creo que fue un modo de decirme “hacete cargo de esto que decís”. No hay nada de “el universo así lo determinó” si no más algo de “responsabilizate por las palabras que salen de tu boca”
Y también de ver cómo se puede ser creyente en el otro, en sus palabras y ser tan creyente que ni siquiera me di cuenta de que estaba creyendo en eso. Me lo tomé como algo natural. Y ahi estuvo su precisión, en hacerme notar que no había nada natural en eso. Que era una creyente en el otro y estaba sosteniendo esa posición.
Recuerdo incluso que le dio la bienvenida a la creyente en el consultorio. “La creyente! Bienvenida, tráela la próxima a ver que dice”
Gracias por leerme,
Un beso,
Toni