¿eL UNIVERSO TIENE SUS TIEMPOS?
El universo tiene tiempos que no comprenderé jamás. Y esto no lo digo por ser una creyente en el universo y en los astros, porque estoy muy lejos de eso (en mi publicación titulada “la creyente” te cuento en qué creo) Lo digo más que nada, porque hay cosas que quiero que salgan en ciertos tiempos y no salen y ahí es cuando digo “habrá tiempos distintos a los que yo quiero que no estoy comprendiendo” Me voy a explicar mejor.
Actualmente estoy buscando dedicarme 100%, full time, a mi clínica privada. Pero, aunque a mí me gustaría tener el consultorio lleno mañana, me doy cuenta de que quizás tengo que seguir trabajando en pos de ese objetivo por años hasta que eso suceda. Qué es una situación incalculable, impredecible. No se trata de cálculos matemáticos, porque no hay modo de calcularlo. Y eso me asusta un poco y me hace pensar en esos tiempos que no comprendo.
Hoy me crucé con una carta de Aniko Villalba, que escribe cartas bellísimas que recomiendo que lean si tienen ganas de sentirse identificadas con los sentimientos de una mujer que tiene un modo muy claro de plasmar como todas nos sentimos ante ciertas situaciones cotidianas. Ella explica que hay un concepto alemán que es “eigenzeit” que quiere decir algo así como que cada proceso tiene un tiempo inherente, propio, que no podemos acelerar o retrasar, porque en sí mismo tiene un tiempo que hay que aceptar.
El ejemplo que usa es el de un jardín o una flor, que tienen sus propios tiempos para crecer. Si yo hoy planto una semilla, no puedo pretender que mañana crezca una flor. Y no es solamente algo de la naturaleza, porque explica cómo también aprender un idioma tiene su “eigenzeit”. No puedo aprenderlo de hoy a mañana, no puedo acelerar ese proceso, aunque me gustaría. Y me pareció muy acertado haberme encontrado con esta palabra hoy, pensando en mi proceso de armar mi clínica y de mis ganas de apretar el acelerador, poner la marcha en quinta y adelantarme y que ese momento sea ya.
Y pensando en el idioma, me doy cuenta de que cuando llegué a Italia, hace 4 años, pasé mi primer fin de semana en una casa en la montaña al norte de Italia, cerca de unas cascadas hermosas, rodeada de árboles, era otoño, había unos colores hermosos de las hojas de los árboles y al sol todavía hacía calor. Me estaba quedando en la cabaña de mi novio de ese momento y a la noche nos juntamos con dos amigos suyos a cenar. 3 italianos y yo. Recuerdo que al inicio mi novio traducía todas las frases de la conversación para que yo pudiera entender qué estaban diciendo. Pero llegó un momento en el que mi cerebro decidió abstraerse por completo de la conversación, cómo si hubiese hecho un “switch off” y toda la conversación que estaban teniendo empezó a ser una suerte de ruido de fondo, murmullo inentendible, parecido a cuándo las televisiones viejas no encontraban señal en algún canal y transmitían una imagen gris rallada con un zumbido similar al de un panal de abejas. Hice switch off porque me perdía todos los chistes, los dobles sentidos y la gracia de la conversación.
Al día siguiente tuve una conversación con mi psicóloga, en la cual muy frustrada le explicaba que no entendía nada y que quería aprender ya el idioma y poder conversar con normalidad. Y creo que se rió, nos reímos finalmente de esa exigencia y ganas de acelerar un proceso “inacelerable”. Hoy hablo ese idioma que tanto quería aprender, incluso hago terapia en italiano y seguramente, mi yo de ese momento no se lo hubiera creído. Asi que “eigenzeit”, palabra clave a tener presente cuando me dan ganas de ponerle la quinta marcha a la vida.
Te mando un saludo y gracias por llegar hasta acá,
Toni